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En Particular

El tiempo que supuestamente iba a durar mi residencia ya terminó pero decidimos extenderla hasta terminar las piezas que estoy diseñando.

 

Calculamos tal vez un mes más pero los chicos ya me dijeron que no me preocupara del tiempo, que lo importante es terminar bien el proceso para poder ver todo listo y participar del lanzamiento, pensamos también en agregar un par de piezas que sean más narrativas, para poder exponer y seguir con la historia de Ñ y los nakamas.

NAKAMA, la leyenda de Ñ.

En un Cerro que alguna vez fue mas bello que lo que los recuerdos permiten imaginar, desde donde se veía el mar y se podían contar las casas por colores, nació la nieta más pequeña de abuela Tekné, la que no olvidaba. La niña nació en el primer amanecer de la primavera y la llamaron Ñ, la tijera que hace cantar a la roca. A ella su abuela le enseñaría todo lo que sabía. Le mostraría cómo manejar su tijera, sus agujas, sus hilos y su máscara que era un amuleto que su abuela Tekné le otorgaría para que la niña aprendiera su alquimia, un arte muy antiguo que se llamaba DOCEÑAR. Durante mucho tiempo, Tekné enviaría a su nieta Ñ a las orillas de la playa junto al puerto, para que viera como el metal de su tijera podía hacer cantar a la gran roca. Según las abuelas de los cabellos largos y azules, la roca aquella guardaba saberes y secretos milenarios que oía decir al mar cuando subia la marea. Así fue que mientras sus pies se mojaba con las frías aguas, Ñ aprendió a dominar su tijera. Cuando Ñ creció, Tekné la envió a un cerro tan alto desde donde se podían ver flotar los barcos entre las nubes, para que desde algún peligroso risco viera a su miedo, y sintiera a la muerte como parte de su propia vida. Otra vez la envió a un acantilado para que oyera a los pelícanos y las gaviotas educar a sus crías. La niña cortando y cosiendo descubriría a los Nakamas, pequeños seres que habitaban en la sombra de las personas. Los Nakamas eran protectores de aquella gente que doceñando devolvía la memoria a los desmemoriados. Las abuelas ya los conocían, pues llevaban doceñando desde tiempos lejanos un gran poncho, poncho hecho con trozos de prendas que guardaban en su memoria las historias de las personas que las habían usado. Así las abuelas enseñaban a sus nietas a abrigar su existencia y el porvenir de aquella comunidad. Cada noche cuando la luna llena iluminaba la Bahía, Tekné y Ñrecorrían los cerros donde vivían las Tapal, mujeres sin sombras, para recordarles que su Nakama estaba allí, que el les devolvería su sombra, su historia, el deseo de vivir y su misión en la vida. Asi Ñ se fue adiestrando en el arte de doceñar y mientras lo hacía con palabras suaves relataba las verdades al alma de aquellas personas que habían dejado de mirar hacia el mar, devolviendoles su capacidad de ver a su propio Nakama, manteniendo vivo el alma de su pueblo y el espíritu del Mar, que peligraba por el avance de YELPIR, un gran ser formado por trapos y ropas que siendo descartadas por todas las ciudades del mundo se iban amontonando tapando ríos, arroyos, quemándose, cobrando vida. Mientras Yelpir crecía, iba generando en la gente el olvido, la amnesia y la necesidad. Ya nadie sabía de dónde venían sus cosas ni se lo preguntaban, compraban cosas que no necesitaban, ya no salían a ver atardeceres ni aprender de las gaviotas, los niños y niñas aprendían los colores desde los computadores, por donde compraban mas y mas cosas haciendo crecer a YELPIR. El pueblo no se reunía, y las tradiciones desaparecían, no sabían de su Nakama, poco sabían de doceñar y rechazaban su herencia. YELPIR sólo les dejaba ver la vanidad, la necesidad y la ansiedad. Ñ llegó a ser la última de las abuelas de largos y azules cabellos, y esperanzada, una tarde de primavera los reunió, con su media tijera sonando en la roca los llamó uno a uno, cantándoles junto a las olas extendió el gran poncho, aquel que las abuelas llevaban atesorando. Les dijo a aquellas personas, personas que jamás habían sentido a su Nakama, mujeres que nunca habían aprendido coser, hombres que temían a las agujas, niños y niñas que no sabían de tijeras; “Pasen su cabeza por el orificio del poncho,  como el sol pasa por el horizonte al amanecer,  se que son buenas personas y buenos amig@s, se que pueden doceñar, sé que recuerdan…  cosan los trozos de la memoria del pueblo;  herman@s doceñen un poncho que de cobijo a todos.” Diciendo esto, se sintió un eco en la Bahía retumbar, el poncho se extendió abrigando a niños y ancianos mientras sentían a sus Nakamas vibrar, ¿recordaban siquiera, alguna vez,  haber oído su corazón palpitar?, y miraron por primera vez el sol a lo lejos destellar, mientras por el otro lado una gran luna llena se alzaba en el mar.
La semana pasada terminé los diseños de los parches de animales, que según el cuento que estamos desarrollando son encarnaciones de los nakamas en Valparaíso, y aunque yo pensaba que me faltaba un paso más para mezclarlos con logotipos de marcas porque era lo que teníamos en mente en un principio con Mariano, decidimos dejarlos tal cual para que se entiendan mejor gráficamente. Estamos armando fichas técnicas para enviar a hacer pruebas con los bordadores, vamos a utilizar retazos de telas recicladas para varios de los parches y armar esa parte es muy entretenida.

También terminé diseños de los estampados. Estamos cotizando con la gente que va a estampar y buscando los soportes para aplicarlos. Estas piezas son las más económicas así que vamos a utilizar poleras XL lisas con mínimas modificaciones, o bien darlas vuelta y coserles mangas nuevas.

Ahora vamos a buscar piezas como ponchos y kimonos para poder hacer una especie de tapices o piezas de exposición pero que a la vez se puedan usar, y que su intervención textil sirva para narrar parte de la historia de Ñ que no se cuenta con los parches. Me dan demasiadas ganas de ver las cosas listas, mañana hacemos las primeras pruebas (-:

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